¿No
lo notáis? Seguro que sí. Huele a moho, a aire estancado, a polvo y olvido. Es
lo que tienen las habitaciones cerradas, que rápidamente se convierten en
sepulturas de recuerdos y residencia de fantasmas.
Tendré
que abrir las ventanas para que el fresco aire otoñal arrastre los malos olores
y a la luz nueva salgan los recuerdos a bailar conmigo mientras empuñamos la
escoba para desalojar con buenos modos pero con firmeza a los fantasmas, arañas
y demás bichitos que hayan buscado acomodo entre el polvo y las sombras.
Tiempo
habrá de mullir los cojines y tal vez cambiar las cortinas y pintar las
paredes, ahora voy a sentarme un ratito al borde de una silla, a escuchar las
quejas de algunos fantasmillas a los que veo bastante molestos por su desalojo
forzoso.
Ya
me vino alguno, por cierto, con el cuento de que en algunas ocasiones hubo
quien se acercó a echar un vistazo entre los visillos y de que alguna vez
alguien incluso dio un par de golpecitos sobre la puerta. Les dedicaré por eso un
poco de atención ya que con sus chismorreos sobre vuestras visitas han contribuido
a traerme de vuelta. Desde tan lejos como me encontraba ha resultado
decisivo sentir que el olvido no había conseguido aun tragarse por completo a
Jara y sus cafés.
Quizá
necesite algo de tiempo para que esto marche a buen ritmo, porque la verdad es que no
acabo de tenerlas todas conmigo, aunque confío en el buen ánimo con el que
vuelvo y en vuestra paciencia y cariño para que a estos primeros pasos les
suceda otro y otro más.
Mientras
charlo con mis fantasmas y pienso en el siguiente paso voy a poner un poco de música.
Ya que hoy no puedo ofreceros café os invito a escucharla conmigo.
¡¡A intentarlo!!