Un
año más la llegada del verano marca el fin del año. Aunque lo parezca no es desorientación sino
un simple desajuste con respecto al calendario oficial. Hay una frase de Luis
Piedrahita en un monólogo dedicado a los
juegos, que me he apropiado y que coloco aquí y allá porque me parece aplicable
a muchas situaciones y expresa una rotundidad incuestionable: “En mi casa
jugamos así”.
Pues eso, en mi casa la regla dice que con el verano se acaba el
año, el curso, una etapa, un ciclo… la denominación para el caso es lo de menos
y el día concreto tampoco importa demasiado, esta pasada noche de San Juan, tan
mágica y especial puede ser un momento tan bueno como cualquier otro. Por la
misma regla, el nuevo año no comienza hasta septiembre, en cualquier otro día
incierto que tampoco tiene mayor importancia.
El
verano… el verano es ese tiempo que sólo es útil si sirve para ESTAR de
vacaciones, ¡ojo! Que no utilizo el verso IRSE sino ESTAR. No es necesario el
movimiento, aunque es muy recomendable, sobre todo para espíritus inquietos y
cuerpos urbanos.
El
caso es que yo para estas fechas estoy como los niños al final del curso:
exhausta.
Posiblemente esté exhausta de mi misma y lo
que más necesitaría sería tomarme una vacaciones de mí, sin tener que escucharme
y soportarme, pero como eso de desprenderme de mi envoltura durante un tiempo y
dejarla colgadita en un armario para probarme la piel y la mente de otra
persona, es tan difícil como pretender tener vacaciones escolares, al menos voy
a darle descanso a mi actividad bloguera, que por otro lado ya lleva un mes de
junio desastroso.
Por
cierto, que ahora que lo escribo, en un ejercicio nuevamente inútil y absurdo,
pero que precisamente por ello voy a darme el lujo de desarrollarlo, me
pregunto que cuerpo elegiría calzarme en ese supuesto descanso veraniego y ya
puestos no estaría mal que la mente fuera de elección independiente. Sin duda
elegiría un cuerpo más joven, no necesito estar macizorra, me sirve estar en
buena forma física y tener mucha energía y sobre todo elegiría una cabeza libre
de cargas, exactamente igual que cuando vas a comprar un piso: no quiero
inquilinos, ni realquilados, ni hipotecas ni impuestos pendientes. No es del
todo recomendable que esté para estrenar, más vale que esté bien amueblada y yo tenga la libertad de
elegir los detalles que la personalicen para encontrarme a gusto en ella, pero
tampoco tanto que tras el descanso no desee volver a mi vieja envoltura. Porque,
no queda más remedio que reconocerlo, al final nada hay más cómodo que unos
zapatos viejos y seguro que hasta echaría de menos ese lunar que me da los
buenos días cada mañana desde el espejo.
Y
tras esta digresión, que ni tenía prevista ni venía al caso, pero que bien
sirve para que os deis cuenta del estado al que me veo abocada con la llegada de
los calores, comprenderéis la imperiosa
necesidad de este descanso bloguero, no ya por mi bien, sino principalmente por
el vuestro.
No creo que se trate tampoco de un reposo absoluto, seguro que no podré ni querré resistir las ganas de pasar algún que otro día a tomarme un café por aquí y será un placer poder compartirlo con vosotros y también seguiré pasando a visitaros de vez en cuando para mantenerme en contacto.
¡¡Feliz verano y felices vacaciones!!