¿Quedamos a tomar café?

Yo me dispongo a tomarme algún que otro cafetito mientras tecleo, intentando pensar con cada sorbo y escribir entre uno y otro disfrutando de un momento especial en el que pueda volcar ideas, opiniones, sobre libros, música, imágenes, dar rienda suelta a algún que otro desvarío, desahogar algún grito, espero que también algo de humor, a través de esta gran ventana virtual.

Abierta queda. Si alguien quiere tomarse un café conmigo bienvenido sea.

miércoles, 30 de abril de 2014

¡A beberse las calles!

ESTOY VIVA COMO FRUTA MADURA, de GIOCONDA BELLI
Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.

No se ha educado aún mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.

Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.

Si.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.

Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.


Para que todas las Marías del mundo salgan, sin miedo, incluso con un rotundo corte de mangas, a beberse las calles. Gonzándose en el ser que les sustenta, orgullosas de ser mujeres.

miércoles, 23 de abril de 2014

¡¡Libros, libros, libros!!


¡¡Libros, libros, libros!!

Maravillosos, fieles libros. Amigos inseparables, compañeros del alma cuando callan y cuando hablan. El mundo entero a nuestro alcance. Todos los mundos posibles, imposibles o improbables caben en su interior, todo el tiempo pasado, presente o  futuro. ¡Qué placer meternos en la piel de reyes y guerreros, princesas, huérfanas, institutrices o condesas, dioses y demonios, dragones y unicornios! Ejercer todas las profesiones y sentir todas las pasiones. Todo cabe en los libros, todo brota de ellos. 

¿Pero el libro es la historia o el objeto que la contiene? 

Hasta hace poco una no podía existir sin el otro. Ahora la tecnología ha dado un vuelco a esos preciosos y preciados instrumentos mágicos llamados libros. A los que llevamos una larga relación con ellos nos cuesta aceptar la nueva presentación, pero aunque estoy segura de que todo buen amante de la lectura es un gran amante de los libros y si estuviera a nuestro alcance económico y físico todos seríamos bibliófilos vocacionales, lo cierto es que mi amor por los libros es superado por mi amor por la lectura, independientemente del soporte a través del que me llega. 

Así, cuando mi poder económico limitaba mucho mi acceso a los libros, nunca le hice ascos a cualquier otro medio de llegar a ella. Desde el intercambio de novelas y tebeos en los quioscos, a la lectura clandestina de los libros de los mayores, al intercambio y préstamo con familiares, amigos, conocidos y compañeros (con devolución), a las bibliotecas públicas y a los libros de bolsillo de papel parduzco, que en cuanto pasan de cierto número de páginas se desencuadernan antes de acabarlos, con el agravante de dejarte la salud visual en el empeño. Todo vale. Incluido el libro electrónico al que sin duda le falta el componente sentimental pero que gana puntos en muchos aspectos prácticos.

A mi me empujó a él la pura necesidad. Por más que intentaba la remodelación y adecuación de la librería y buscaba soluciones Ikea adaptables a los rincones más inverosímiles era evidente que la casa no daría de sí para acoger muchos más libros. Esta fue la razón decisiva, pero tiene además otras ventajas, como la ligereza que lo hace ideal para los que aprovechamos el transporte público para nuestro vicio o la comodidad de llevar muchos libros encima sin tener que pagar por el sobrepeso de la maleta a la hora de viajar.

En el día de hoy, fiesta mayor de los libros, me declaro su amante incondicional. De los libros objeto, con su portada y contraportada, con sus hojas de papel, con su tacto, su olor y su peso, con ese hormigueo que sientes en la punta de los dedos cuando lo abres por primera vez y el suspiro o la sonrisa o la lágrima o incluso el malestar o el enfado cuando llegas al punto final. Y el gesto al cerrarlo, cuando en unos casos lo estrechas contra tu pecho con un nudo en la garganta, como queriendo fundirte con él y en otros (afortunadamente, los menos) lo tiras con furia incapaz de comprender como ha podido el autor infringirte tal afrenta. Y declaro el placer que me produce poseer libros bellamente editados, alineados o superpuestos, pero a mi alcance, para su uso, abuso y disfrute en una estantería de mi casa.

Pero por encima de todo declaro mi pasión por leer, por descubrir historias y sumergirme entre maravillosas palabras, saborear una frase, paladear un párrafo y admirar a los autores capaces de escribir esas historias, aunque tenga que hacerlo en libros ajenos, en libros viejos de segunda o tercera mano, en libros de bolsillo, en manoseados y desvencijados libros de biblioteca o en libro electrónico.

¡¡Leer, leer, leer!!


lunes, 7 de abril de 2014

Rías altas


Una vez más habéis demostrado ser muy aplicados adivinando sin problemas el destino del viaje, aunque os he encontrado un poco reacios a intentar atinar con datos más concretos. Framboise ha sido la única que se ha atrevido a disparar dos flechas y las dos iban muy bien dirigidas. Con una ha dado en todo el centro y aunque la otra se ha desviado un poquito, se merece el premio a viajera del mes, por valiente.
¡¡Muchas gracias Framboise!!

Querido amigos excursionistas, efectivamente este fin de semana le ha tocado a Galicia ser la protagonista de nuestro viaje y en concreto hemos paseado por sus rías altas y la llamada Costa da morte, en la provincia de A Coruña. 

Podemos ir de faro en faro, de cabo a cabo. O de playa en playa y de pueblo en pueblo.

Cabo Vilán, como reconoció Fram, o el  cabo Touriñán y por supuesto uno de los más famosos cabos de España el de Finisterre o Fisterra, si utilizamos el término galego. Aún ahora que sabemos que el mar no se acaba, que la tierra no se acaba tras ese linea difusa del horizonte, asomarse desde él sigue dando una sensación de vértigo.

Ciudades, pueblos y santuarios... la lista es interminable. Nosotros hemos recorrido hoy, empezando desde arriba, Puentedeume,




Betanzos, Muxía, Corme y Muros. 


Pero no hay que olvidarse de muchos otros como Malpica de Bergantiños, Camariñas, Laxe, Corcubión, Noia... y alguno más que se me queda fuera y seguro que también merece una parada.




El parque natural de Fragas do Eume, un espectacular bosque atlántico que no hay que perderse, ni el monaterio de Caaveiro enclavado en pleno corazón del bosque. Como imprescindible es la visita al santuario de la Virxe da barca, en Muxía, aunque este invierno sufrió un incendio que le ha dejado bastante mal parado, merece la pena conocer su historia y las leyendas de la "barca de pedra" que trajo a la virgen a este lugar azotado por el viento y de una belleza salvaje.











He dejado las playas para el final. ¡Qué playas! el agua del atlántico es terriblemente fría y hace falta una buena dosis de valor para sumergirse en ellas, pero nos bañemos o no, hay que visitar estas playas.


Algunas como la de Nemiña, en un entorno salvaje, sin urbanizar, ideal para surfistas. O la playa del Rostro, que en el día de nuestra visita, no invitaba al baño precisamente aunque estuviéramos en pleno verano. Sin embargo, siempre encontraremos un día cálido para tumbarnos en la blanca arena de alguna otra playa y de comer un delicioso marisco o un maravilloso arroz con bogavante en un apacible día de descanso.

Y como broche para cerrar este viaje os tenía guardada una puesta de sol. Hay un bar (o al menos lo había hace unos años) en la ría de Lires al que la gente va a tomarse una cerveza y una tortilla de patatas mientras contempla una maravillosa puesta de sol como ésta, aunque en este caso la foto no le hace justicia, os aseguro que merece la pena.








viernes, 4 de abril de 2014

Viernes de viaje -X- Entre el mar y el cielo

¡Viajeros al tren!   ¡Todos a bordo!    ¡Abróchense los cinturones!

¡¡Vamos, que nos vamos!!

¿Rumbo al sur? ¿Al norte? Calentito pero no quema, porque hay que estirarse hacia el... que noooo, que no pienso daros tantas pistas. Venga que hay que esforzarse un poco, no me refunfuñen ustedes que últimamente se lo he puesto muy fácil y hoy tampoco es difícil. Pero no se me duerman que nos esperan muchas emociones, paisajes, pueblos, caminos y mar... hasta el infinito y más allá. 

Es difícil elegir sólo unas cuantas fotos, complicado contenerse y centrarse en una zona abarcable para estas visitas nuestras de fin de semana, porque la región a la que viajamos hoy tiene para dar y tomar y no cansarse en mucho tiempo. Bien que lo sabéis algunos de vosotros, a los que, si os animáis a acompañarme en este viaje, os va a faltar el tiempo para levantar la mano y decir eso de: ¡yo lo sé, yo lo sé! ¿puedo decirlo ya, puedo? 

Hay muchísimo y muy interesante que ver en este viaje, pero todo empieza y acaba en el mar. El mar que da vida y que la quita. A lo largo de los siglos, este mar ha cincelado a golpes esta costa, marcando el carácter y la forma de vida de sus gentes. Y con una imagen de ese mar empezamos.

Y en una costa accidentada y abrupta como esta no van a faltarnos faros desde los que asomarnos a la inmensidad del horizonte para olvidar por un momento en qué época nos hayamos y preguntarnos sobrecogidos qué hay más allá de esa línea que separa cielo y tierra, qué abismos y monstruos son los que empujan con tanta fuerza este mar. 
Allá donde el paso del peregrino no puede seguir avanzando, otro cabo y su faro señalan el confín del mundo, del viejo mundo.  









Pero no es sólo roca esta costa, que también tendremos preciosas playas de arena blanca en las que tumbarnos cuando los seres de allende los mares se cansen de soplar y podremos disfrutar de un sol radiante que si no alcanza a calentar las frías aguas del océano al menos dorará nuestra piel sin abrasarla... aunque le guste especialmente al sol jugar al escondite con las nubes por estos lares.















Grandes y maravillosas ciudades se encuentran en nuestro camino, pero me voy a tomar la licencia de rodearlas, porque tanta historia y tanta belleza encierran, que no caben en este viaje y se merecen uno para ellas solas. Sí vamos a darnos el lujo de parar en unos cuantos pueblos.
  


Pueblos de gente de mar, pueblos llenos de leyendas. 









No nos faltarán puertos llenos de colorido y santuarios llenos de historia. 


Y si el mar imprime el carácter de esta costa, no es menor la influencia de una tierra siempre verde y unos bosques que no cuesta nada imaginar poblados de duendes, hadas y... bueno, yo ni creo ni dejo de creer, pero dicen que...



"haberlas haylas"
¿Os ha gustado el viaje de hoy?
Pues os invito a que, mientras os tomáis el café o el té, intentéis acertar en el centro de la diana. 

¡Feliz fin de semana amigos viajeros!