¿Quedamos a tomar café?

Yo me dispongo a tomarme algún que otro cafetito mientras tecleo, intentando pensar con cada sorbo y escribir entre uno y otro disfrutando de un momento especial en el que pueda volcar ideas, opiniones, sobre libros, música, imágenes, dar rienda suelta a algún que otro desvarío, desahogar algún grito, espero que también algo de humor, a través de esta gran ventana virtual.

Abierta queda. Si alguien quiere tomarse un café conmigo bienvenido sea.

viernes, 31 de mayo de 2013

Viernes de viaje -IV- Con olor a mar

¡Mañana empieza el mes de junio y el curso escolar está ya en su recta final! ¡Hay que empezar a pensar en las vacaciones! Aunque apenas nos hayamos dado cuenta con esta primavera lluviosa y fresca que estamos teniendo, lo cierto es que el verano está a la vuelta de la esquina. Y vosotros, ¿no estáis ya suspirando por la llegada del buen tiempo?
¿Cómo van esos planes de cara al próximo verano? ¿Habéis elegido ya el destino? ¿Sois de los que volvéis año tras año al mismo sitio para acomodaros en una rutina relajante y placentera? o por el contrario ¿os gusta variar y cada año buscáis la sorpresa del descubrimiento? 

La verdad es que a estas alturas casi habría que tenerlo ya reservado pero por si aún os lo estáis pensando y no habéis decidido todavía hacia donde vais a encaminar vuestros pasos este año voy a dedicar este viernes de viaje a un destino típicamente veraniego, al destino más veraniego de todos. Efectivamente, hoy vamos a la playa. Seguro que más de uno está pensando: ¡pues vaya! qué poco original es esta chica, y efectivamente, de original  nada de nada, pero es que en las vacaciones hace falta descansar y para eso la playa es ideal. 

Si hablamos de playa, ya supondréis que hoy quizá no resulte fácil adivinar a dónde os he llevado, porque en España nos pueden faltan muchas cosas, como oro, petróleo, trabajo y una ley de educación que no cambie cada vez que cambia la dirección del viento, pero si hay algo que nos sobra, además de pillos, charlatanes, chorizos y leyes de educación, son kilómetros de playa. Las tenemos para todos los gustos y de variados colores, asomadas a mares cálidos y fríos, azules y verdes. Hoy os traigo una pequeña muestra de ese extenso litoral acompañada, por supuesto, de otros puntos de referencia que hagan el viaje más ameno e interesante, porque no solo de arena y mar viven las vacaciones y convenientemente aderezadas ganan en intensidad y disfrute. Así que...



Coge tu sombrero y póntelo,

vamos a la playa, calienta el sol.

Chi ri bi ri bi po po pom pom,

chi ri bi ri bi po po pom pom.




Para ayudaros en el intento de adivinar hasta donde hemos ido hoy, os diré que tiene la ventaja de poder elegir no una, sino un montón de playas y calas. Las hay grandes y pequeñas, al pie del hotel o escondidas y accesibles solo por mar. Como no es fácil en un sólo viaje de vacaciones ir a todas, tenemos la opción de hacer una excursión en barco y verlas desde el mar. 


¿Os habéis fijado en el color del mar? Es una auténtica maravilla, y bañarse en esas aguas transparente una gozada.
Después de la playa, ya sabéis, toca paseo. En una ciudad con mar uno de sus puntos más atractivos, al menos para mí, es el puerto. Este es pequeño, pero con mucho encanto, ¿no os parece? 

Si además de tomar el sol os gusta conocer la zona que visitáis, aquí tenemos muchas buenas opciones sin tener que desplazarnos mucho.



 Ciudades y pueblos, 




un buen número de yacimientos y restos arqueológicos de los antiguos pobladores del lugar que despiertan nuestra curiosidad e imaginación, y un montón de bellísimos rincones y espacios naturales que son un placer para los sentidos.



Y entre visita y visita: playa y playa. 
 Bueno, quizá estas fotos no os sean muy útiles para saber de qué sitio se trata, pero no he podido evitar incluirlas porque reflejan mejor que ninguna el espíritu del viaje. 






















¿Qué os parece el viaje de hoy?

¿Os dice algo esta luz, este mar, estos colores? 



¿Alguno sabe que caminos se abren tras esa puerta? 



martes, 28 de mayo de 2013

Con prisas y a lo loco

Son las 20:39, en directo desde la república independiente de la habitación multiusos de mi casa, os cuento: 


-Que he tenido un horrible día de trabajo.
-Que he pasado horas hablando, pero básicamente, mi discurso consistía en repetir una y otra vez la misma explicación con una sonrisa.
-Que sólo he tocado el ordenador por motivos puramente profesionales.
-Que me he traído a casa un soberbio dolor de cabeza.
-Que con un poco de suerte, he conseguido leer unas páginas de Brooklyn Follies durante la comida.
-Que en breves minutos tendré que trasladarme a la república independiente de la cocina a ejecutar órdenes de cena.
-Que hubiera querido hacer unas cuentas visitas, llevarme unas cuantas recomendaciones, dejar algunos comentarios, pero creo que no me alcanzan las fuerzas ni la agilidad mental suficiente para que los resultados sean dignos.
-Que todo esto sale a  borbotones y no sé como va a acabar el desparrame.
-Que espero con ansia el momento de tirarme en el sofá con el pijama y la manta de lana a tragarme una serie de televisión, creo que puedo elegir entre Juego de tronos, Anatomía de Grey o Mentes Criminales 
-Que no sé si esta semana voy a conseguir escribir una entrada como dios manda o como a mí me gustaría.
-Que aunque sé que me he puesto llorona y que en todos los sitios cuecen habas, ruego comprensión o cuanto menos una pizca de solidaridad bloguera.
-Que para agradeceros que estéis ahí detrás aguantando con

paciencia mis desvaríos no se me ha ocurrido nada mejor que regalaros un puñado de rosas traídas directamente de la Rosaleda del Retiro.















21:48, en riguroso directo, mientras las empanadillas hacen la mili en Móstoles y las rosas se fríen en la sartén. 

¡¡Gracias por soportarlo!! ¡¡así, sin café ni infusión ni nada de nada!! 

domingo, 19 de mayo de 2013

Mi infancia tuvo un pueblo


Mi infancia tuvo un pueblo y el pueblo una plaza polvorienta y una iglesia cuyo mayor mérito era dar sombra a los que se sentaban a su puerta a pasar la ociosa mañana.

Llegábamos los forasteros pálidos de ciudad, tímidos los niños en el primer encuentro. Eramos recibidos entre achuchones que iban y venían, muchas veces sin tener ni idea de quién era la achuchadora de turno, y comentarios que se repetían en cada ocasión: ¡pero cuánto has crecido! ¡qué seca que estás! ¡ya verás qué bien vas a comer aquí! Los tíos, menos expansivos, te miraban con gesto apreciativo y preguntaban si eras la grande o la pequeña (la escasa diferencia de edad se prestaba a confusión).

En cualquier otro día posterior cualquier paisano o abuela, del pueblo o de fuera, podía pararte en mitad de una carrera o cuando buscabas escondite y cogiéndote del brazo (para impedir que siguieras con tu juego) mirarte fijamente y acabar preguntándote ¿y tú de quien eres? o entretenerte aún más indagando sobre si eras de la Isabel o de la Francisca. Porque aunque en un primer momento había cierta tirantez y desconfianza entre los niños del pueblo y los forasteros, fuéramos primos o no, y entre los distintos forasteros madrileños, barceloneses e incluso franceses, desaparecían en un abrir y cerrar de ojos y en dos días todos tiznaos por el mismo sol agosteño al que los niños éramos inmunes.

Cuando la sed apretaba cualquier casa era buena para entrar a echar un trago del botijo porque en mi pueblo agua corriente no había, por no haber ni había fuente con caño de la que manara. A buscarla a La Ribera bajábamos con la fresca del día en un burro cargado con los cántaros. Con un poco de suerte te dejaban subirte al burro un rato. Palangana para lavarse las legañas mañaneras y un corral con gallinas servía de retrete. No había quien hiciera pipí con tranquilidad, siempre temiendo que una gallina curiosa viviera a picotearte el culete. A bañarse también al río. En jaranera excursión nos juntaban a los
chiquillos bajo el mando de las hermanas mayores que con santa paciencia y algún que otro coscorrón conseguían hacerse con el control de aquel guirigay de voces, risas, bromas, carreras y apuestas de a ver quién es el que llega antes a, tira la piedra más lejos, se zambulle antes en el agua o hace la mayor payasada. Ríos que entonces, menos represados que ahora, aún llevaban algo de agua en verano pero que en muchas ocasiones no era más que una charca con cieno en los bordes y llena de ovas, en la que a los remilgados niños de ciudad, nos daba un poco de grima entrar. Claro que al final quién se resistía tras la marcha bajo el sol a refrescarse el ombligo.

Pueblo de siesta obligada y moscas impertinentes, sin aceras, sin calles siquiera, sin un triste banco, sin un pobre árbol que sombra dé. Ni escuela tenía, ni alcalde tampoco. Escuelas tuvo que aún era frecuente referirse por ese nombre a las casas que la habían cobijado y alcalde llamaban a un abuelo de boina calada y garrota, pero parece que era más bien una especie de representante o portavoz o señor con cierta autoridad aceptado por el resto de los vecinos.  

Tras la siesta,  llegaba la hora de sacar las sillas bajas de enea a la puerta de la calle con la labor de bordado, con el repaso de la costura, con el transistor donde religiosamente se escuchaban las novelas. Y cuando el calor empezaba a aflojar era el momento de acicalarse para el paseo por la carretera, un día en un sentido, al otro en el contrario. Te refrescabas y te ponías lar ropa de "vestir". 


Era el momento de que las mozas y los mozos arreglados y peripuestos tontearan y de que los chiquillos mosconeáramos a su alrededor intuyendo más que sabiendo lo que allí se cocía. En seguida nos mandaban a hacer puñetas y ofendidos, aunque muy fugazmente, buscábamos nuevos misterios que desentrañar hasta el límite de la carretera al que, no recuerdo bien si de forma expresa o porque simplemente no nos atrevíamos a traspasar, llegaba nuestro territorio explorable. Era una hora deliciosa, con el calor vencido por el día, el sol bajo dorando los pastos y demorándose perezoso en el horizonte. El aire aligerándose y los grillos que poco a poco empezaban su canto.

Y caía la noche. Nunca he vuelto a conocer noches tan oscuras como las de mi pueblo en luna nueva, porque en mi pueblo tampoco había luz eléctrica. Me sobrecogía esa oscuridad absoluta, espesa, esa negrura que se lo tragaba absolutamente todo incluidos tus manos y tus pies. Pero entonces mirabas hacia arriba y el cielo más hermoso del mundo se desplegaba sobre tu cabeza y a tu alrededor con esa infinitud de estrellas que nos dejaba con la boca abierta. Y esa senda de brillante polvillo blanco que decían era el Camino de Santiago... la fantasía desbocada volaba y se deslizaba por aquella cinta de luz que no tenía fin. 

Y si hermoso era el cielo con luna nueva, hermosa era la noche con luna llena. Con esa luz suave que parecía salir de las paredes blancas y esa claridad lechosa que nos hacía sentir como si estuviéramos en un escenario fantástico, único y mágico. Porque después de la cena se salía a tomar el fresco a la puerta de la calle y a hablar de lo divino y lo humano, sobre todo de lo humano, que ya se sabe que en los pueblos no hay mayor entretenimiento que desmenuzar vidas ajenas y en seguida se oía aquello de: Anda, pues no te has enterao de que la Remedios... Los chiquillos también sacábamos las sillas bajas pero aguantábamos poco sentados, aún nos daba el cuerpo para juegos y canciones, para exprimir a fondo esa libertad embriagadora que empezábamos a descubrir en aquellos veraneos inolvidables.

domingo, 12 de mayo de 2013

Por fin trajo el verde mayo


Por fin trajo el verde mayo
correhuelas y albahacas
a la entrada de la aldea
y al umbral de las ventanas
                    ... / ...
                         

No tengo espíritu primaveral, mi ánimo se acomoda mejor a las tardes otoñales y las frías y claras mañanas del invierno, al sonido de la lluvia y el viento, al cielo preñado de nubes que al de un azul impoluto. Me gusta quizá el primer atisbo de la primavera, cuando antes de que las plantas la presientan de repente una mañana al abrir la ventana sientes que el aire ha cambiado de textura y huele distinto, sí, el aire con su hálito sutilmente cálido me anuncia que el invierno se retira y quizá entonces recibo como una agradable caricia esos primeros rayos más cálidos de sol. Pero conforme se eleva su arco y se alargan los días y sus rayos empiezan a picar en la piel, dejan de parecerme agradables para convertirse en un incordio.

Sin embargo mi desapego por ella no me impide apreciar su lado más hermoso. Así como el otoño es para los bosques, el invierno para la montaña y para el verano la playa, la primavera es para el campo, para ese campo que se muere de sed en verano y reposa aletargado en invierno pero estalla en mil colores cuando saciado de lluvia se calienta dulcemente con esos mismos rayos que a mi me incordian cuando piso el asfalto.

Y mayo es el mes en el que el campo se viste de fiesta, donde reinan las flores silvestres y se empiezan a levantar las orgullosas espigas en los campos de cereales. Es el mejor momento para apreciar la belleza del bosque mediterráneo y de las dehesas, salpicadas del blanco de las jaras, el amarillo de la retama, el morado del cantueso y el rojo de las amapolas. El delicioso olor de la tierra húmeda a la caída de la tarde en la ribera de uno de esos ríos que pierden el nombre en verano y ahora muestran orgullosos la rica vida que los puebla.

Hay mucho donde escoger para recrearnos en este espectáculo tan hermoso como efímero, doblemente hermoso por lo efímero que es, pero mi corazón tiene querencia natural por un rincón de la provincia de Ciudad Real, allí donde sus dehesas se hermanan con las extremeñas en un paisaje bellísimo de horizontes lejanos, de suaves lomas y cielos infinitos. Y como año tras año he ido acumulando una variada muestra porque no consigo cansarme de fotografiarlo, he reunido en un vídeo algunas de ellas, con la seguridad de que en este caso, las imágenes valen más que las torpes palabras que pueda intentar reunir.

Abrid esta ventana mágica y dejad que la primavera se cuele en vuestra casa. ¡Espero que os guste!




                                                          .../...


Con luna y aves, las noches
son vidrio de puro claras;
las tardes, de puro verdes,
de puro azul, esmeraldas;
plata pura, las auroras
parecen de puro blancas
y las mañanas son miel
de puro y puro doradas.

Campea mayo amoroso
que el amor ronda majadas,
ronda establos y pastores,
ronda puertas, ronda camas,
ronda mozas en el baile
y en el aire ronda faldas...


                                                            Romancillo de mayo, de Miguel Hernández

martes, 7 de mayo de 2013

En abril libros mil

Ya ha pasado un mes entero y unos cuantos libros por mis manos y sí, vengo con cierto atraso, pero es que este blog es así, anárquico y poco dado a ceñirse a ninguna norma o calendario.

El mes de abril me encontró sumergida en la Segunda Guerra Mundial mientras iba de la Francia ocupada a las islas del Pacífico haciendo escala en Berlín y Moscú para tomar café con un par de espías. Ya sabéis como acabó mi tránsito por El invierno del mundo de Ken Follet, porque a pesar de mi desencanto, ha tenido la suerte de disfrutar de una entrada para él solito. Las razones para que haya sido así no las tengo, o no quiero pararme a analizarlas que para el caso es lo mismo. Mis impulsos a la hora de escribir son como los designios de Dios, inescrutables. 

Después de la acción pura y dura me colé en la intimidad de una mujer corriente que desnuda su alma en una larga carta dirigida a su madre donde descarga como un torrente todo lo que su madre nunca quiso saber, lo que nunca le pudo contar. Un relato de su vida cargado de emociones y sentimientos, de anhelos frustrados, de decepciones, pero también de su coraje por romper con la inercia que a veces nos anula y buscar algo mejor. En un rincón del alma de Antonia J. Corrales, es una novela corta y a mi, amante de sumergirme en grandes tochos hasta mimetizarme con los personajes que pueblan sus páginas, me ha resultado un tanto escasa y quizá he echado de menos que algunas partes del relato no se extendieran un poco más. Sin embargo su desarrollo es completamente coherente con el formato epistolar de la novela. 

Recién acabada ésta me sorprendió la triste noticia del fallecimiento de José Luis Sampedro y no pude encontrar mejor momento para rescatar La sonrisa etrusca del fondo de la estantería y darle una bien merecida relectura. El viejo Salvatore Roncone y su Brunettino han hecho vibrar casi treinta años después una fibra que no supo conmoverse entonces. Es una cuestión de sensibilidad, de oportunidad, de disposición, de que Venus se cruce con Marte..., todos sabéis de qué hablo. Los libros son siempre los mismos pero los que los leemos no. Ni nuestros intereses, ni nuestra experiencia, ni nuestra capacidad. Un libro puede ser mejor o peor, pero lo que determina que lo consideremos extraordinario y que deje una huella perdurable depende exclusivamente de que libro y lector coincidan en el momento idóneo. 

Cambiando por completo de registro me dejé llevar por Jane Austen hasta una Inglaterra burguesa y rural con la señorita Emma Woodhouse, joven mimada y acostumbrada a hacer su santa voluntad que presume de agudeza, ingenio e inteligencia, y que a falta de otros entretenimientos se mete a casamentera con irregular fortuna. 
Me costó un poco el cambio de registro, de mentalidad y de estilo pero una vez hecha al ambiente y a la sociedad de la época he disfrutado mucho con la lectura de este novela. Aunque la querida Emma me haya producido un sentimiento de rechazo durante buena parte de la obra, al final he conseguido congraciarme con ella, en buena parte gracias a la concurrencia del señor Knightley todo un caballero inglés que ha merecido mi simpatía y respeto en todo momento. 

Y el mes lo he acabado con otra novela corta y epistolar, aunque con el novedoso formato del correo electrónico. Con el morbo que siempre produce hurgar en el correo ajeno, nos metemos a fondo en esta relación virtual donde los personajes se conocen de forma casual a través de un error en una dirección de correo electrónico. ¿Se corresponde la persona real con la que se refleja en los correos? ¿Somos como escribimos? ¿O amparados por el anonimato nos permitimos licencias que no se darían en el cara a cara? ¿Qué importancia tiene la apariencia en una relación de este tipo? ¿Qué poder la imaginación cuando a falta de otros datos puedes crear al hombre o a la mujer que mejor se ajuste a tus gustos? 
Un original planteamiento que me ha resultado muy entretenido el de Contra el viento del norte de Daniel Glattauer, aunque sin mayores pretensiones tampoco. Lo que sí quiero apuntar es que también en este caso, como en Emma, me ha gustado más el personaje masculino que el femenino, ¿será que tiendo a ser más crítica con las mujeres y más permisiva con los hombres? 

Y aunque esté mal eso de preguntar a quien quieres más, o cual es tu hijo favorito, aquí estamos para señalar con el dedo y mi índice izquierdo señala a La sonrisa etrusca y el derecho (es para evitar malquerencias entre ellos) a Emma. ¿Y vuestros índices, se deciden a señalar alguno?



jueves, 2 de mayo de 2013

Compañera fiel


Antes de despertar del todo ya está a mi lado,
Caminaremos de la mano durante todo el día.
A ratos se aparta un poco,
me deja sonreir,
hablo, bromeo...
                           casi nadie la ve.

Si hay alguien cerca se queda agazapada, espera.
Se esconde tras un libro,
descansa si veo la televión,
pero en cuanto llega el silencio la siento respirar a mi lado.
                                                                      He aprendido a vivir con ella.

A veces se hace pequeña y la olvido
por un rato, por unas horas, ¿días?
no, no se aleja tanto.
Cierro los ojos y escucho el roce de sus pisadas,
                                                                             tan cerca…

Algunas mañanas enroscada en mi pelo,
adherida a mi piel,
amenaza con ahogarme.
Le miro a la cara
y sonríe burlona.
Se calma.   Sigo adelante.

Es mi compañera fiel.  
Se llama Tristeza.